Las primeras veces en las que pensaba en tener hijos y hablarles en inglés, tenía las ideas principales claras y muy pocas dudas. Me parecía que tenía sentido, que era interesante hacerlo y que, al igual que hablo con mis alumnos o con otras personas en inglés, lo haría con mi hijo.
Las preguntas y las dudas llegaron al ponerme en marcha. Tenía a mi hijo en brazos e iba a comenzar a hablarle en inglés todo el tiempo.
¿Cómo se dice esto? ¿Y esto otro? ¿No sería mejor usar este otro verbo? ¿Me entiende? ¿Me entenderá? ¿Y si me equivoco? ¿No es demasiado pequeño? ¿Debería esperar un poco todavía?...
Y una de las preguntas que me causaba más estrés: ¿Qué pensará la gente?
Mis amigos, mis familiares, la gente que me ve por la calle hablándole a mi hijo en inglés sin ser nativa, ¿qué les parecerá?
Por un lado, siempre me he dicho: ¡Qué más da! Yo creo que es algo positivo y tengo ganas de hacerlo. Nunca llueve a gusto de todos y opiniones hay miles.
Pero por otro lado... parece que nos dan un poco de miedo las críticas y queremos que a todos les guste lo que hacemos.
En concreto me agobiaba un poco la opinión de los hablantes nativos.
Me cruzaba muchas veces paseando por la calle con hablantes de inglés nativos y era entonces cuando me planteaba el apuro que me iba a dar el día en que tuviera que hablar en inglés a mi hijo delante de ellos.
Y sí, así fue. Ese día llegó, y ese día me dio un apuro tremendo hablar a mi peque en inglés.
Fue en un viaje que hice hace poquito a la Bretaña francesa, ¡qué bonita, por cierto!
En uno de los pueblecitos que visitamos por la zona de Concarenau me di cuenta de que había muchos angloparlantes. Nos sentamos a comer en la terraza de un restaurante y todo fue normal hasta que me di cuenta de que la pareja que teníamos al lado eran ingleses. Me sentí incómoda y no quería hablar con mi peque, me daba mucha vergüenza.... El miedo era sobre todo a hablarle y cometer errores o a decir cosas que a un nativo le sonaran un poco raro. Me lancé varias veces y le dije cositas, pero cuando lo hice, sentí que podía estar siendo juzgada. ¡Qué tontería!..., pero no podía evitar sentirlo.
¿Qué pensaría yo si viera hablar a una persona a sus hijos en español no nativo? Nunca lo he visto hacer, pero me gustaría experimentarlo y así saber lo que se percibe al verlo desde fuera. No obstante, creo que intentaría no opinar ni a favor, ni en contra. Si algo he aprendido desde que soy mamá, es que hay muchas formas diferentes de criar a nuestros hijos y todas tienen algo de positivo y a la vez ninguna es perfecta. En la variedad está el gusto.
Hay muchas formas de pensar. Creo que hace falta ponerse en la piel de aquellas personas sobre las que vamos a opinar para poder hacerlo con rigor, y aun así, nos estaremos dejando factores importantísimos que ignoramos sobre su familia o sobre su formación o sobre sus vivencias. Nuestra opinión siempre va a estar un poco sesgada y afectada por nuestra propia experiencia. Hay un dicho en inglés que dice: Don't expect everyone to understand your journey. Especially if they've never had to walk your path (No esperes que todo el mundo entienda tu viaje. Sobre todo, si nunca han caminado por tu sendero).
Es posible que estos pensamientos que tengo no tengan sentido, pero me agobian. Sé que me hace falta ser un poco más fuerte en este sentido y que he de trabajar para ir mejorando mi actitud y sensaciones cuando esto vuelva a pasar.
Por suerte mi día a día hablando a mi hijo en inglés está yendo de maravilla, me encuentro relajada, siento que él cada vez me presta más atención y que le gusta escucharme hablarle y cantarle. Todavía es muy pequeño, pero está creciendo tanto y tan rápido que en nada creo que empezará a comprender lo que le digo. Ya lo iré contando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario